Un sueño con raíces

Gefinancierd op 09 / 03 / 2013
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    Reconocimiento en nuestra web

    Por apoyar nuestro proyecto, tu nombre aparecerá en una lista pública de agradecimientos

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    Recibirás un sobre con algunas semillas producidas en nuestra huerta + Reconocimiento en nuestra web

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    Recibirás un audiovisual con la descripción de nuestras actividades agroecológicas (a las que estarás contribuyendo) + Reconocimiento en nuestra web

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    Semillas y audiovisual

    Te enviaremos semillas producidas en nuestra huerta + Audiovisual con la descripción de nuestras actividades + Reconocimiento en nuestra web

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    Recibirás un CD con una copia de "Un glosario para el agroecologista" + Reconocimiento en nuestra web

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    Te enviaremos semillas producidas en nuestra huerta + CD con una copia de "Un glosario para el agroecologista" + Audiovisual con la descripción de nuestras actividades + Reconocimiento en nuestra web

    > 04 Co-financiers
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    Visita a la granja

    Tendrás la oportunidad de pasar un fin de semana en nuestra granja y de participar de forma activa en nuestras actividades (un sábado y domingo completo de alojamiento, comida y excursiones) + Semillas + Reconocimiento en nuestra web

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¡Con rabia, determinación y alegría!

04 | 01 | 2013

Como ya os comenté hace unos días, mientras la campaña arrancaba y gran parte de nuestro equipo empezaba a dar los primeros pasos en esta aventura, desde la granja nos avisaron que un vecino cercano estaba talando el bosque justo al lado del Centro Demostrativo ubicado aquí en El Soberbio.

Hace unos días que he vuelto, intentando seguir aportando mi colaboración a la campaña. Usando como herramienta comunicacional un modem usb de precario alcance, un portátil prestado y subido a un árbol en el rozado de Nego (un amigo de siempre de la Multigranja) para lograr la cobertura de internet móvil. Desde aquí, desde donde estoy sentado ahora, quiero hablaros de la sensación que experimento al ser la primera persona que desde la colonia accede a Internet, de lo raro que es hacerlo colgando de un árbol desafiando sol, viento y lluvia, de los niños que me preguntan ¿y eso que es? y de la ganas de seguir persiguiendo nuestro sueño con alegría, a pesar de las condiciones prohibitivas…

Pero así no será, así no puede ser después de que está mañana he visitado el monte recién talado. Después de haber visto las heridas profundas que el sánelo abre en el bosque para llegar hasta su meta; hasta el Guatambu, el Cedro, la Guayubira y la Canela… la codiciada madera nativa que cada día desaparece de los bosques de la reserva Yabotí. Sin que el estado vea, sin que nadie se alarme, en la más absoluta normalidad de un silencio absurdo, de motosierras, el sánelo, los hombres trabajando y el fragor desesperante del árbol que se arrodilla en el suelo antes de entregarse al más cercano aserradero a la ruta 12, se oyen desde kilómetros de distancia.

Antes de llegar a Argentina, a la tierra colorada misionera, cuando pensaba en la deforestación, pensaba siempre a grandes empresas hambrientas de madera o de tierra fértil, que anhelando ganancias y más ganancias, sin ningún escrúpulo, asaltaban los bienes comunes, los bienes esenciales para que la vida siga, para que la tierra siga respirando. Pero en este amargo rincón del planeta no es así, y no por qué no existan latifundios, existen y son tremendamente grandes, tampoco por qué no hay corporaciones en busca de ganancias, que aquí han logrado la perfección empresarial externalizando totalmente la producción, desplazándola en las chacras de los colonos y reduciendo su función productiva al consumo de los insumos que las mismas corporaciones producen, como en el caso del tabaco. Aquí no son estas empresas que destruyen los bienes comunes, son los colonos, son los pequeños productores. Pero ellos son solo el anillo terminal de una dinámica económica perversa, que les empobrece, que destruye sus tierras y sus bosques y, para colmo, lo hace a través de ellos mismos, a través de su mismo trabajo, un trabajo duro y envenenador, un trabajo plagado de un sudor amargo que sabe a glifosato…

Por qué aquí en la mayoría de las chacras se produce tabaco, y para cultivarlo hay que comprarle los insumos a la misma empresa que comprará ese tabaco; insumos costosos, tóxicos y agotadores, que en tan solo tres o cuatro años reducen el fértil suelo de la selva en tierra privada de vida, en poco más que materia inerte. Y si un colono quiere producir sin comprar los insumos a la empresa tabacalera, simplemente no podrá hacerlo por qué la empresa no comprará su tabaco, ninguna empresa lo hará. Así que a final de invierno, los técnicos de las empresas tabacaleras invaden las chacras, venden con un pagaré los insumos obligatorios a cada productor, y compran a futuro la producción, sin siquiera fijar el precio de venta del tabaco. Cobrando su primer beneficio, sin que el tabaco se haya sembrado y si no se lograra la cosecha por la sequía el único y serio problema, lo tendrá el productor quién deberá pagar igualmente los insumos. Si la cosecha llega, mejor, por qué el productor tendrá que entregar la producción para pagar los insumos, y tendrá que hacerlo al precio que la misma empresa fijará, por que si no lo hace se quedará con la deuda…

Así que los campesinos se empobrecen cada año más y la frontera agrícola avanza cada vez más hacia el corazón de la reserva Yabotí, a causa del modelo productivo agotador que la tabacalera impone y consume las tierras fértiles generando la necesitad de tumbar, quemar y rozar siempre más monte y, otra vez para colmo, envenenará a los campesinos y campesinas y a sus familias a través de los agrotóxicos.

Ahora la pregunta es: ¿Qué harán las familias productoras cuando el poco dinero obtenido a cambio del propio trabajo, de la destrucción del propio monte y de la propia salud, se acabe? ¡Por que este maldito dinero se acaba siempre antes de la siguiente cosecha, siempre! Pues, sencillo, buscará en el poco bosque que le queda la madera vendible y la venderá. Así que en esta época del año, cuando se está cosechando el nuevo tabaco y la renta obtenida el año pasado se ha agotado ya, los bosques se animan de vida, de una vida destructora, que en busca de su propia persistencia asaltará lo que queda de la noble madera de la selva.

Esto pasó a nuestro vecino, dueño de treintidos hectáreas de tierra y sin embargo pobre, muy pobre. Tuvo que talar la mejor madera que encontró en su bosque para sobrevivir, nueve entre Guayubiras y Canelas, nueve estupendos árboles y centenares de otros más pequeños para llegar hasta ellos con las maquinarias y sacarlos de la selva.
Nueve árboles de un tamaño que varia entre los veinte y los veinticincos metros de altura, producen mucha madera, en el caso de nuestro vecino treinta metros cúbicos de madera; dos camionadas de madera dura y semidura.

Esto genera mucha rabia en quien trabaja cada día para salvar la selva, una rabia tanto más fuerte, cuanto increíble es la esclavitud a la que son sujetos los productores. Tanto más fuerte cuanto es más fértil y rica la tierra en estas zonas, una tierra con un potencial productivo suficiente para que esta gente viva de forma digna, sin preocupaciones y en armonía con la selva. Pero de momento no es así y así será hasta cuando no generaremos alternativas a este modelo. De momento no es así y nuestro vecino, movido por la necesidad, vendió, o briqueó (como se dice aquí) sus nueve hermosísimos árboles en cambio de una motosierra usada y de diez chapas de zinc para techar su pobre morada.

Esto nos genera muchísima rabia, pero también la determinación de seguir adelante en nuestro trabajo. Una determinación que en estos días se fortalece del apoyo de casi cincuenta amig@s y cofinanciador@s que junto con nosotr@s están soñando una selva diferente, una selva en la que su gente tenga los medios para vivir dignamente y respetando el medio circunstante, protegiéndolo de esta absurda destrucción.

En quince días hemos logrado mucho apoyo. Estamos ya al 54% del mínimo necesario a llevar a cabo nuestro proyecto y al 30% para lograr el óptimo, un resultado extraordinario, que fortalece nuestra determinación y a ella añade mucha alegría, ingredientes necesarios para seguir luchando e imaginando, soñando, una realidad diferente, más justa, que nos permita entregar a nuestros hijos e hijas la selva, lo que resta de la selva, y no un paisaje vacío, desértico y privado de vida…
Para hacer esto necesitamos de más apoyo y es por ello que exhortamos a tod@s a seguir difundiendo nuestra causa y, en el limite de las posibilidades de cada uno y una, cofinanciar nuestro proyecto. Nos quedan 25 días para lograr el mínimo, que queremos y tenemos que lograr tod@s junt@s. Así como junt@s estamos soñando con rabia, determinación y la alegría.

Piero
Un Sueño con Raíces

Opmerkingen

Nora
Hace 1 decennium
Querido Piero, sentada en el sofá de mi casa de Madrid, una fría noche de invierno, te imagino en el árbol. Soy argentina, lamentablemente no conozco Misiones ni esa selva que tan bien describes pero puedo imaginarlo todo a través de tus palabras. Como también imagino esa rabia que seguramente hará que sigas adelante con más determinación. Desde aquí te envío un fuerte abrazo (y algunos pocos €). Gracias por tu compromiso.

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