http://proyectocouso.org/2015/10/14/gestos/
Cuando uno cumple la mayoría de edad no suele tener mucho dinero ahorrado. De tenerlo, siempre piensa en cosas. Me puedo comprar esto, puedo hacer aquello. Pero casi nunca se piensa en gestos. Son pocas las personas que llegan a esa sutileza, a esa generosidad extrema. Aquí en O Couso recibimos lecciones de humildad constantes. Nos creemos ingenuamente que damos algo. Un trozo de calma, de paz, de sosiego, de pan, de hermosas vistas al bosque, de sonrisas y paseos. Creemos que con eso podemos colmar un trozo de alma. Pero realmente, lo que aquí ocurre es que no paramos de recibir.
Los gestos son múltiples y variados. Vienen de mil lugares distintos, de mucha gente diversa. De acciones a veces inimaginables. Tener un gesto con el otro es algo complejo. Uno siempre piensa qué va a ocurrir, cómo se va a valorar, en qué va a repercutir. A veces los gestos son pequeños en grandeza o inmensos en sencillez. Pero todos valen lo mismo, todos aportan ese grano de arena que suma al proyecto común, a la esperanza de un mundo mejor y más alegre.
O Couso es de todos. Eso ya lo sabemos. Lo ponemos en practica y todos cuando llegan se sienten como en casa. Entran y salen una y otra vez hasta el punto de que los más veteranos vienen a esta su segunda residencia. Esta ya es su casa aunque no dispongan de una habitación para ellos y a veces ni siquiera de una cama. No necesitan mucho. Es su pequeño paraíso y todo está bien.
Este fin de semana, siguiendo con la historia que nos ha conmovido, vino una madre con su hija para compartir unos días con nosotros. Paseamos, charlamos, reímos y nos pusimos al día de nuestras vidas interiores y exteriores. La madre era la tercera vez que venía y nos ha ayudado siempre desde la distancia en cientos de cosas. Sus gestos siempre estuvieron presentes hasta el punto de que el agua brota en O Couso gracias a su generosidad. Pero estos días nos sorprendió la hija cuando sin decir nada a nadie cogió sus ahorros de toda la vida y los ingresó en la cuenta de la fundación.
Nos preguntamos qué pudo en ella, qué se llevó de este lugar para que la impresión le causara esa reacción tan generosa. Nos sentimos humildemente afortunados no sólo por el gesto, sino porque el mismo proviniera de una persona joven y llena de inquietudes. No es el dinero ni la cantidad del mismo, es el gesto. El levantarse hoy por la mañana y pensar en cómo ayudar a un proyecto que solo conoció en un fin de semana de experiencia compartida.
¿Qué es eso que nos mueve a este tipo de cosas? ¿Qué ejemplo vital ha recibido esta joven amiga para gestionar sus emociones de forma tan desapegada y generosa? Siempre nos preguntamos qué sería de este mundo si todos tuviéramos la capacidad de tener un gesto diario con alguien o con algo. Un pequeño gesto, no importa de qué tamaño. Lo único que importa es sabernos poseedores de esa inmensa energía transformadora. De ese precepto que nos hace ver al otro como a una parte imprescindible del nosotros. Son esos gestos los que nos llenan el alma de testimonio y vida. Así que gracias querida L. por tu gesto. Para nosotros ha sido toda una lección de humildad y amor. Gracias de corazón.